Tamales, tamales…
Sin Tacto/Por Sergio González Levet.
“Tamales, tamales, tamales calientitos. De rajas, de dulce o rancheros. Acérquese y pruebe los ricos tamales”…
Alejo pasa todos los días por la colonia, montado en su bicicleta en la que carga una olla llena de tamales. Le deben caber unos 150 y los vende en la irrisoria cantidad de 12 pesos cada uno, pero el producto de su venta le sirve para vivir -sobrevivir- junto con su familia, que consta de su esforzada esposa y de tres hijos que van apenas en la primaria.
Cuando le pregunto por su ocupación actual, me presume orgulloso que cada día su negocio va creciendo:
—Ya di el enganche para una motocicleta Itálika en Elektra, y me dijeron que en una semana me la traen. Con eso voy a poder cargar más tamales y vender más. Ahorita todos los días se me acaban, gracias a Dios. Con esta venta que hago, ya puedo decir que soy empresario, o emprendedor, como me dijo la persona que me dio el crédito para la moto. Y me va muy bien, soy mi propio jefe y no hay nadie que me sobaje ni me regañe. Me levanto cuando quiero, aunque siempre quiero levantarme muy temprano, como lo he hecho toda mi vida.
Le pregunto al buen Alejo cómo es que se inició en este negocio, y me dice que fue “gracias” a López Obrador y a la Cuarta Transformación.
—Cuando ganaron los de Morena en 2018, lo primero que hicieron fue correrme. Yo trabajaba de intendente en una oficina de gobierno, y era muy cumplido, pero llegaron los nuevos y lo primero que hicieron fue quitarme la plaza. Y se la dieron a un vecino mío que era de Morena. Y mire lo que son las cosas, ese señor es muy desobligado, falta mucho porque toma todos los días, pero no le hacen nada porque dice su jefe que es un compromiso de la campaña, porque iba a los mítines de López Obrador.
En verdad que no hay amargura en su cara, ya lo explicaré, cuando me cuenta que:
—Me corrieron y ni las gracias me dieron. Eso no importa, total, pero tampoco me dieron nada de liquidación, apenas me dejaron sacar una gorra y una chamarra que eran mías y tenía en la bodega. Si no, hasta eso me hubieran quitado. Un abogado que conozco me dijo que por los 15 años que tenía trabajando tenían que darme muchos miles de pesos, pero yo no recibí ni un quinto. Y eso que voté por López Obrador y por Cuitláhuac aquí. Eso nunca lo vuelvo a hacer, ¡por ésta!
—Viera que yo sí les doy las gracias, —prosigue— porque cuando llegué a mi casa y le dije a mi mujer que me habían corrido, a ella se le ocurrió que nos pusiéramos a vender tamales. Mi suegro nos ayudó con unos centavos para comprar la olla, la masa, las hojas, los chiles. Y al otro día muy temprano nos pusimos a trabajar y luego me salí a la calle en mi bicicleta, con la suerte de que vendí todos. Ya ve por qué les doy las gracias. Me va mejor que antes y mi negocio está creciendo. Si no fuera por los morenos, ahí seguiría lavando letrinas y trapeando pisos.
—López Obrador no sabe lo que dice, —me explica— porque vender tamales es mucho mejor que trabajar para él, porque yo no tengo que andar yendo a mítines, ni tengo que poner de mi bolsa para los apoyos, ni me bajan la quincena. Y de votar por ellos, eso nunca lo vuelvo a hacer, ¡por ésta!
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